Empresa matriz de Purolomo, en la cual se engloban todos los procesos de la integración vertical, tiene como objetivos principales la elaboración de alimento balanceado para animales (ABA) y todas las actividades relacionadas con la compra, almacenamiento, importación de las materias primas necesarias para realizarlo.
Un buen líder debe saber delegar y confiar en las habilidades de los demás, reconociendo que existen tareas en las que otras personas están más capacitadas para tener éxito y así alcanzar, de manera colectiva, las metas y objetivos trazados. También sabe reconocer con humildad los errores y que de ahí puede sacar grandes lecciones para seguir avanzando.
En el mundo de los negocios siempre nos encontramos con líderes que son reacios a delegar tareas. Esto puede ser porque les preocupa que el equipo no sea capaz de afrontarlas, o de perder el control sobre algún proyecto. Sin embargo, intentar hacerlo todo e intervenir constantemente en las actividades que realizan las personas que están a su cargo puede resultar contraproducente: no ayuda a mejorar el trabajo ni a lograr una mayor productividad.
En tiempos de incertidumbre, los cuales se han vivido con mayor intensidad desde que estalló la pandemia hace casi tres años, las empresas, por lo general, buscan proteger lo que tienen mientras esperan por el regreso a la “normalidad”. Sin embargo, se trata de una estrategia de alto riesgo, pues podría no dar los resultados deseados.
Muchas veces los seres humanos tienden a abrogarse más tareas de las que pueden realizar. Esto, la mayoría de las veces, termina en acciones inconclusas o a medio hacer. En las empresas esto pudiera ocurrir y para prevenirlo es importante delegar. Si no se hace, puede traer consecuencias perjudiciales para el negocio, como la pérdida de tiempo, de productividad y de eficiencia.
La capacidad de delegar el trabajo es una necesidad si se desea poder atender eficientemente todos los ángulos y complejidades de las empresas. ¿Cómo y cuándo delegar? son las interrogantes que surgen, precisamente, en el momento de adoptar la decisión, sobre todo, porque delegar de forma adecuada ayuda a las compañías a crecer.
En este sentido, los directivos y líderes de las compañías no deben temer encargar tareas a sus gerentes y colaboradores. Esa decisión es importante sobre todo en los casos en que los colaboradores cumplen con los requisitos de suficiencia y fiabilidad para encomendarles las responsabilidades y tareas.
Delegar es una excelente señal de confianza hacia los empleados, lo cual los hace sentir motivados, incentivando el talento, la creatividad y la innovación. Además, delegar aligera la carga a los altos directivos, creando mejores y mayores condiciones para resolver tareas de gestiones estratégicas a largo plazo.
No obstante, la acción de delegar no es una cuestión de tomar a la ligera, pues requiere observar el desempeño y aptitudes de los candidatos para resolver problemas y tareas.
Las áreas en las cuales se puede delegar son los trabajos rutinarios o del día a día, asuntos privados, eventos informativos o aquellas materias cuya atención y solución requieren la especialización o profesionalización específica que tiene un miembro del equipo.
Si bien el líder deberá hacer el seguimiento del avance de las responsabilidades delegadas, es innegable que el haberse aliviado en parte de responsabilidades prescindibles le proporcionará tiempo para atender objetivos y planes estratégicos con visión de futuro.
Ahora, ¿qué es lo que no se debe delegar? El establecimiento de metas, decisiones finales sobre cuestiones estratégicas, control de resultados, tareas exclusivas, de alto riesgo y confidenciales y los casos excepcionales o inusuales.
Al final, delegar es una decisión sabia dentro de una empresa.
¿Los líderes omnipotentes y “a lo mero macho” son los que mejor pueden guiar una empresa en tiempos de crisis? La respuesta es, definitivamente, no. Más bien, los líderes que han probado ser más efectivos son aquellos que están dispuestos a mostrar sus vulnerabilidades, que pueden admitir ante sí mismos y ante los demás cuando están equivocados y lo que saben y no saben. Y es precisamente por ese estilo vulnerable que logran destacar.
El papel del líder se ha vuelto cada vez más complejo, pero también más completo, con la implementación de los modelos de trabajo híbridos. Desde 2020, un año que nos sacudió a todos muy fuerte por el covid-19, los líderes se han visto obligados a aprender las mejores prácticas en las nuevas formas de trabajo.
Todos los integrantes de una empresa deben estar involucrados, de una forma y otra, en el manejo de los riesgos que pueden afectar a la organización. Los riesgos operativos, de mercado y recursos humanos, financieros, entre otros, forman parte del quehacer de las compañías. Sin embargo, su manejo acertado o no es lo que hace la diferencia.
Si bien todos en la estructura empresarial tienen que ver con esta materia, el mayor peso de esta área de acción lo tienen la junta directiva y los cuadros gerenciales.
El manejo de riesgos es un enfoque de gobierno de la empresa, estructurado y coordinado, que abarca toda la organización con la finalidad de identificar, cuantificar, responder y vigilar las consecuencias de eventos potenciales.
Tradicionalmente el tema de los riesgos siempre se asoció a la parte financiera, pero con el pasar del tiempo las compañías descubrieron que los riesgos se presentan en toda la estructura corporativa.
De esta manera, surgió la herramienta de la Gestión de Riesgo Empresarial (GRE) como un enfoque más amplio para manejar los riesgos y oportunidades que afectan la creación o cuido del valor de la organización.
En este sentido, la gerencia es la que tiene la responsabilidad principal para identificar y manejar los riesgos, implementando la GRE con un enfoque estructurado, consistente y coordinado.
Por su parte, a la directiva de la empresa le corresponde la responsabilidad general de vigilar los riesgos para estar seguros de que son manejados dentro de un nivel aceptable.
Esta gestión requiere contar con un plan, el cual deberían tener todas las empresas, pues garantiza poder defenderse de riesgos internos y externos.
Sin duda, los riesgos son un dolor de cabeza para las compañías. Se pueden presentar en cualquier momento causando desequilibrios en algunos de los procesos que se llevan a cabo. Asimismo, estos problemas pueden alterar el normal funcionamiento dentro de la empresa.
El tratamiento y control de los riesgos debe ser, entonces, abordado afincándose en la parte de la prevención y la detección. Esta última persigue abordar el problema eficiente y eficazmente para minimizar el impacto y consecuencias negativas del evento si llega a presentarse.
En el manejo del riesgo más vale prevenir que luego tener que curar.
¿Un líder nace o se hace? Quizás esta sea una de las interrogantes más comunes en el mundo de los negocios. Si bien algunas personas ya tienen ciertos rasgos incorporados desde el nacimiento, la realidad es que cualquiera puede ocupar un rol de liderazgo. La cuestión yace en el cómo. Y la verdad es que un líder nunca lo es por casualidad: nace y se hace una figura, casi imprescindible, en una empresa.
No siempre los líderes exitosos tienen una alta autoestima o son cien por ciento seguros de sí mismo. Y aunque cueste creerlo, en algún momento de sus carreras pensaron que sus triunfos eran producto de la suerte y no gracias a sus habilidades y capacidades. Peor aún, llegan hasta considerar que son un fraude y, por lo tanto, serán descubiertos y todo lo que habían construido se derrumbará.
A dos años de la pandemia si bien los empleados han comenzado a regresar -algunos con cierta resistencia- a sus puestos de trabajo de manera presencial, hay prácticas que, por un buen tiempo, sino para siempre, continuarán implementándose, como lo es el teletrabajo. De hecho, en el modelo laboral híbrido trabajar desde la casa algunos días a la semana tiene su espacio garantizado.