El pollo es uno de los alimentos más consumidos en el mundo. Su alto contenido de proteínas, la relativa facilidad para su crianza y producción, su costo y fácil digestión lo han convertido en el centro de muchos regímenes alimenticios, los cuales van desde dietas para bajar de peso, hasta para pacientes con condiciones específicas.
La diabetes es una de las enfermedades que más dramáticamente crecen anualmente en el mundo. Según la última estimación publicada por la Organización Mundial de la Salud (https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/diabetes), esta enfermedad será la séptima causa de muerte en 2030, debido a que la prevalencia de la misma ha aumentado en más de cien millones de personas desde 1980 hasta la fecha. El mismo organismo recomienda incrementar la actividad física y mejorar la alimentación para tratar de disminuir su aparición.
El pollo, preparado sin piel y sin aceites añadidos, y, en lo posible, con la menor cantidad de sal posible, es uno de los alimentos fundamentales en los regímenes para controlar la glucosa en la sangre, debido a su alta cantidad de proteínas. En el caso de un niño diagnosticado con diabetes, los alimentos de alta densidad nutricional, como la carne de pollo, ayuda también al crecimiento del infante.
En los adultos, las grasas insaturadas ayudan a proteger el corazón de los diabéticos y a normalizar la hipertensión y el colesterol. Según el sitio cubahora.cu (http://www.cubahora.cu/blogs/cocina-de-cuba/el-pollo-en-la-alimentacion-del-diabetico), los muslos de pollo ayudan a combatir la enfermedad, pues son ricos en zinc.
Asimismo, es necesario extremar las medidas sanitarias a la hora de manejar la carne de pollo. Cuidar que la pieza esté congelada al momento de comprarla, que no presente manchas de ningún color en la piel, sino un color uniforme y que no tenga mal olor. Los utensilios que se usan para prepararlo en crudo no deben ser los mismos que se utilicen para su consumo, con el fin de evitar la contaminación cruzada.